MOMENTOS DE VIDA

Mamá por dos

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Educando a mis hijos sin su padre

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La gran mayoría de mamás solteras trabajan y se hacen cargo completamente de la salud y bienestar de toda la familia, además de ser el principal sostén económico, dejando de lado su salud física y emocional. Cada día son más ellas quienes padecen de estrés excesivo, ansiedad, fatiga crónica, gastritis u otras enfermedades producto del desgaste que viven cada día, derivado de la presión por convertirse en la mejor mamá.

La culpa

Cuando una madre se incorpora al mercado laboral suele entrar en conflicto, pues aunque ahora quiere dedicarse de lleno a su hijo, también quiere ser productiva y realizarse profesionalmente. Asimismo, surge la angustia por ausentarse de la vida del niño o no estar presente en momentos especiales, descuidar su educación o restarle atención. La culpa también puede generarse debido a la presión de no cumplir con las expectativas que, para las mujeres, todavía tiene muy impuestas la sociedad, la familia o incluso ella misma, sobre el ideal de lo que debe ser una madre.

Sin embargo, como finalmente se sientan tus hijos y su desarrollo óptimo, dependerá de la actitud que tomes frente a tus circunstancias. No es sano sumergirse en la culpa, el miedo o la vergüenza por creer que no puedes ser ejemplar. Siéntete satisfecha y confía en la educación, el tiempo y cuidados que les das, aprende a disfrutar la vida con ellos.

Perfeccionismo: “súper mamá”

Un error común entre las madres solteras y trabajadoras es que, en su desmedido afán para que las circunstancias de la familia no causen ningún tipo de trauma a los hijos, hacen lo imposible por ser perfectas en su trabajo y hogar. Buscan ser las mejores para demostrarle al mundo, y a sí mismas, que a pesar de ser madres solteras, son capaces de hacerse cargo de la situación.

¿Cómo son las súper mamás?

Aquellas que consideran que nadie hace las cosas mejor que ellas y les cuesta aceptar ayuda, se sienten culpables cuando descansan, creen que deben ayudar a resolver todos los problemas de sus hijos, le dan prioridad a sus necesidades o caprichos y se sienten mal cuando les dicen “no”.

Los niños no necesitan una mamá perfecta. Lo que requieren es un contacto tierno, amoroso, paciente, entregado, sin prisas. Lo vital es el momento, las horas juntos, siempre que sean suficientes, enriquecedoras y llenas de afecto. Lo mejor para un hijo es tener una mamá plena y feliz.

Por otro lado, también se puede caer en el error de querer criar hijos perfectos, al encontrar en ellos una segunda oportunidad de autorrealización y convertirlos en una extensión nuestra. Claro que debes educarlos para que sean personas con aspiraciones y sueños, así como sentirte orgullosa de sus logros, sin embargo deberás cuidar no presionarlos de más pues esto puede ser muy negativo durante su desarrollo. Aprende a impulsar sus cualidades, aceptar sus debilidades y acompañarlo durante su vida.

Tiene que haber autoridad, disciplina y límites

Para lograr armonía en cualquier hogar es indispensable que existan límites y reglas, no basta solo con el cariño, ánimo o buen ejemplo. No por ser madre soltera debes exigirle menos a tus hijos o ser más complaciente.

  • La autoridad es algo connatural a la maternidad. No podemos delegarla a alguien más, como a los abuelos o la escuela. Tú tienes la obligación y el derecho de guiar, orientar, encausar a tus hijos. Es dentro de la familia donde ellos imitan comportamientos y actitudes, aprenden valores como la amistad, la generosidad, el rechazo a la violencia, el respeto, y donde aprenden a expresar sus emociones y recibir afecto.
  • Para establecer límites, hay que hablar, fijar reglas, pero también vigilar que se cumplan. Al hacerlo, toma en cuenta las cinco “C´s”: claros, concretos, concisos, cumplidos y consistentes.
  • Ser firmes pero cercanas, es decir, manejar la comunicación afectiva, respetar su dignidad y cuidar la autoestima. Establecer normas claras, coherentes y bien fundamentadas, sin dejar que estas dependan del momento o tu estado de ánimo. Cuando se rompan los límites, aplicar consecuencias lógicas y reales, provocar que se repare el daño e invitar a la reflexión.
  • Es indispensable establecer responsabilidades para tus hijos de acuerdo a su edad; y a medida que vayan creciendo, involucrarlos más en el sostén económico y la ayuda diaria dentro de la familia.
  • A más edad, más libertad con responsabilidad y menos autoridad de los padres. Hay que soltar la rienda poco a poco, a medida que los niños y adolescentes vayan demostrando que están preparados.

Di no a la sobreprotección

Esto consiste en hacer por el niño lo que él mismo puede solucionar. En palabras de un experto, “toda ayuda innecesaria es una limitación para el que la reciba”. Es decir, al facilitarle o darle las cosas hechas, lo privas de hacer un esfuerzo por aprender y adquirir habilidades o conocimientos, así como la tolerancia a la frustración, lo cual le servirá para relacionarse y convivir con el resto del mundo.

Esto aplica para cualquier edad. Si tu hijo sabe abrocharse las agujetas y tú le ayudas; si puede hacer su tarea y tú la realizas; si sabe manejar un coche o moverse en transporte público y tú lo llevas a todas partes; si puede conseguir trabajo y tú lo haces por él. Lo estás limitando y volviendo un joven o adulto inútil.

Como madres solteras es muy frecuente caer en la sobreprotección de los hijos, estas son algunas causas:

  • Confundir la sobreprotección con amor
    Demostrar nuestro cariño y amor al facilitarles la vida al máximo para que no tengan que esforzarse ni toparse con ningún problema, puede ser perjudicial en su desarrollo y adquisición de conocimientos.
  • No tener un proyecto personal de vida
    Cometer el error de asfixiar a nuestros hijos porque los consideramos nuestra razón de ser, es una gran equivocación ya que entorpecemos su crecimiento y fomentamos una relación de codependencia.
  • La sobreprotección permite controlar
    Los papás se resisten a aceptar los cambios que implica el crecimiento del niño y muchas veces se aferran a la idea de ser parte de su vida de la misma forma como cuando eran pequeños. Nuestra responsabilidad es ayudar a nuestros hijos a madurar; que se conviertan en adultos independientes y seguros de sí mismos.
  • Por miedo a que se lastimen, sufran o se enfermen, fracasen o sean infelices, o que crezcan y nos abandonen. El temor es nuestro peor enemigo, gran parte del desarrollo de nuestros hijos es el aprendizaje que obtienen de cada experiencia a la que se enfrentan, buena o mala. Claro que debemos acompañarlo y protegerlo, pero también permitir que descubra el mundo por sí solo.
  • Por desconfianza a que no hagan las cosas como te gustan o las hagan mal. Necesitamos enseñarles, pero también dejar que se equivoquen, encuentren soluciones, confíen en ellos y construyan su propia personalidad e identidad.

Debemos reflexionar sobre la sobreprotección y aprender a identificarla; puede ser muy dañina, acaba con la voluntad del pequeño, lo vuelve inútil, dependiente y pasivo. Lastima su autoconfianza y lo convierte en un ser inseguro, cobarde y miedoso, lo cual a la larga incapacita al niño y al joven para la vida.

Ninguna madre es perfecta y no debemos pretender serlo. Claro que se vale equivocarnos, dudar y pedir ayuda. Confía en ti y en lo que quieres para tus hijos. No trates de suplir el tiempo con consentimientos, recuerda que lo más importante es educarlos con valores y mucho amor.

No existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre
Jill Churchill

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