Una pregunta que puede considerarse tonta, pero que en realidad es más seria de lo que parece, es de la última vez que tuviste el celular en tus manos, al momento en que estás leyendo las presentes líneas, ¿cuánto tiempo llevas sin revisar tus mensajes?
La mayoría de las personas no han dejado pasar más de un minuto desde el último mensaje contestado o recibido y más de la mitad interrumpieron la lectura para mirar su teléfono sin tener notificaciones recientes, lo que empieza a ser un grave síntoma. ¿Sabes si padeces la apnea del WhatsApp?
La comercialización masiva de teléfonos celulares ocurrió a finales de los 90 y principios del 2000, por lo que en 2019 resulta increíble que en menos de 25 años su evolución haya sido gigantesca en el sentido de que al ser un aparato cuya función, en un principio, era la de recibir y realizar llamadas en cualquier parte que te encontraras, hoy se ha convertido en una herramienta que permite concretar múltiples tareas que van desde comprar un boleto de avión hasta efectuar pagos y trámites bancarios, entre muchas otras cosas.
No cabe duda que esta capacidad multitasking resulta de gran utilidad por el tiempo que podemos ahorrarnos y la practicidad de resolver más de un pendiente moviendo apenas un dedo, pero así como nadie puede negar los múltiples beneficios que brindan los ahora llamados smartphones, también se han generado malos hábitos al abusar de ellos y de los alcances de su tecnología.
Sobre esto último, cabe decir que un mal hábito puede derivar muy pronto en lo que se conoce como comportamientos patológicos, es decir, malestares físicos y psicológicos que aunque de primera instancia no parecen serios, se agravan conforme el tiempo pasa, modificando negativamente la conducta de quien lo presenta.
Al igual que la tecnología, las patologías evolucionan, al grado que en la actualidad existe una clasificación específica llamada tecnopatías, que se refiere a todos aquellos comportamientos físicos y psicológicos anormales, asociados a la utilización de elementos de tecnología de información y comunicación.
Es necesario aclarar que una patología puede ser física, psicológica o abarcar ambos puntos.
Respecto a las físicas, hablamos de molestias y lesiones frecuentes relacionadas con las posturas que adoptamos al estar concentrados en la pantalla de nuestro dispositivo, ya que nos mantenemos en una posición poco natural para nuestro cuerpo al cargar el peso de la cabeza hacia adelante, provocando tendinitis, dolores cervicales, molestias frecuentes en el cuello y lesiones en la espalda.
En lo que se refiere a las psicológicas, debemos resaltar que son más complicadas de detectar al no generar en el usuario un síntoma físico destacable, sino trastornos mentales, psicológicos y sociales. Hablando concretamente de la "apnea del WhatsApp", diremos que es la ansiedad provocada en el cerebro por la consulta compulsiva de mensajes instantáneos.
Para quien esto les resulte exagerado, tal vez deberían contestarse si han llegado a pasar mucho tiempo mirando la aplicación de mensajería incluso sin que se haya recibido ningún mensaje.
A quien responda afirmativamente, también le resultará familiar que en muchas de estas ocasiones hayan surgido algunas de las siguientes preguntas que poco a poco generan ansiedad y estrés conforme se piensa en ellas y que nacen a partir de la sobreinterpretación: ¿por qué la otra persona no contesta mis mensajes si ha estado —o está— en línea?, ¿qué hace él o ella conectado (a) a estas horas de la noche?, ¿irá a responderme en algún momento? Y un largo etcétera de cuestionamientos muchas veces innecesarios, pero que de todas formas alteran nuestra paz emocional y salud mental.
Tal vez asumimos que revisar la pantalla de tu teléfono 150 veces al día en promedio no representa un gran problema, pero se sabe que los usuarios de entre 18 y 64 años pasan 33 horas a la semana en WhatsApp, Messenger, Telegram, SMS y otros servicios de mensajería digital, lo que implica —se vea por donde se le vea— un día y medio de nuestro tiempo desperdiciado. Peor aún, 59% de los conductores no espera nunca hasta llegar su destino para leer un mensaje de WhatsApp y el 41% confiesa haber enviado, en alguna ocasión uno mientras conducía ¿y poner en riesgo su vida por esto, no resulta exagerado?
Para ayudarte a combatir las tecnopatías de carácter físico nos remitiremos a la kinesióloga y especialista en reeducación postural, Silvia López Senés, quien recomienda que las pantallas de los smartphones deben estar a la altura de los ojos o un poco más abajo, de modo que el cuello no deba forzarse. Advierte que no es conveniente obligar el estiramiento de los brazos ni tampoco a la rotación o encorvamiento excesivo de la columna durante mucho tiempo. Cuando se sostiene un dispositivo en las manos es recomendable que los codos puedan estar cercanos al cuerpo.
En el caso de los "mouse" y "touchepads", la especialista aconsejó tener en cuenta que su posición "no obligue a doblar ni torcer el brazo o la muñeca" y nunca utilizar un "mouse" pequeño, porque obligan a tener la mano en una posición de presión constante, lo que genera algunos dolores.
Para las psicológicas, en cambio, no hay mejor recomendación que la de estar seguros de uno mismo y la confianza que poseemos internamente, pues todos los escenarios imaginarios que alguien se plantea por el simple hecho de no recibir una contestación, un saludo, una despedida, una frase amorosa o de amistad tienen que ver más con las inseguridades que arrastramos por otras cuestiones, que con lo que sucede en realidad, así que no hay mejor remedio que tener una buena autoestima y saber confiar en aquellas personas con las que más nos comunicamos; toma en cuenta que en este caso suele ser un círculo social muy reducido de no más de 15 personas entre padres, hermanos, abuelos, pocos primos y tíos, nuestro (a) jefe (a) y alguno que otro compañero de trabajo, así como nuestra pareja y amigos cercanos, nada más.
Si tú padeces esta ansiedad piensa en todo lo que hemos dicho al respecto y juzga si realmente vale la pena desvelarse, enojarse o simplemente sentirse deprimido por la falta de un mensaje que seguramente llegará en algún momento, la clave es ser paciente.
¿Cuántos mensajes de WhatsApp, Messenger, Telegram, SMS recibes a diario?
¿Y cuántos mandas?
¿Te parece normal, pero sobre todo: te parece saludable?
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