No es posible hablar de violencia contra las mujeres sin entender cómo opera esta violencia en las niñas, ya que es en la infancia cuando, por diferentes factores, se determina si la violencia que sufre una mujer eventualmente va a disminuir en las siguientes etapas de su vida o a exacerbarse.
En algunas sociedades existe una relación que llega a poner en desventaja a la niñez frente a las personas adultas, conocida como adultocentrismo. Esta creencia ocasiona que todo lo que conlleva ser niña o niño, se considera poco o nada valioso. El adultocentrismo muchas veces se ve reflejado en cómo están construidos los espacios que habitamos, por ejemplo, las calles, los edificios, los coches e incluso algunos baños, todo lo que nos permite movilizarnos y funcionar en esta sociedad está construido por y para adultos, haciendo que los niños sean dependientes totales de las personas adultas.
Es verdad que las personas recién nacidas, a diferencia de otras especies, necesitan mayores cuidados de las personas adultas, pero al mismo tiempo, el adultocentrismo puede llegar a no permitir que las infancias sean más independientes y esto pone a muchas niñas en situación de vulnerabilidad al momento de sufrir algún abuso.
En el caso específico de las niñas, la violencia que padecen contiene varias dimensiones ya que además de ser discriminadas por ser mujeres, a esto se le suma las consecuencias del adultocentrismo, y otros factores como pueden ser la pobreza, la religión, el color de piel y la falta de una educación de calidad. Estas violencias pueden inclusive llegar a considerarse normales ya que las personas que las perpetúan a menudo piensan que poseen control absoluto sobre la vida de menores, dando pie a los abusos y maltrato por parte de las personas que supuestamente están encargadas de protegerlas.
México ocupa el primer lugar en abuso a menores de edad en el mundo y el 90% de estos casos suceden en los hogares o ambientes familiares. Muchas de estas situaciones comienzan con acciones como descalificar las necesidades y sentimientos de las niñas, no escucharlas o impedir que se expresen. Frecuentemente escuchamos frases como “calladita te ves más bonita” y pensamos que las niñas deben ser tranquilas o sumisas. Esto ocasiona que muchas mujeres crezcan con la idea de que no tienen voz en muchas situaciones. La realidad ha demostrado que estas creencias se basan en estereotipos de género, pero lo malo de adoptar estas creencias como regla única y universal, es que impiden a las niñas el libre desarrollo de su personalidad, identificarse como ellas decidan y que las demás personas tomen decisiones que no se basen en el interés superior de la niñez, el cual es un derecho que les toma como prioridad en todas las decisiones que les afecten tanto en lo individual, como en lo colectivo.
Lejos de pensar que las personas adultas son superiores y por lo tanto las únicas que deben tomar decisiones, debemos también tomar en cuenta las opiniones de las niñas, involucrarlas en decisiones que les afectan, escuchar y valorar sus aportaciones a problemas que suceden en el hogar o en la escuela. De esta manera incluso se pueden establecer canales de comunicación más sanos y de confianza, donde, al tener mayor confianza para expresarse, podría ser más fácil detectar situaciones de violencia que las puedan estar afectando.
Contacta a la Unidad de Género sobre este y otros temas a:
unidaddegenero@gruposalinas.com.mx
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