
Actualmente, la aclamada obra El Cascanueces, es conocida a nivel mundial, por la música que el compositor Pyotr Ilyich Tchaikovsky realizó en el siglo XIX para el reconocido ballet del mismo nombre.
Millones de personas han sido testigos de su amplia difusión cada que se vislumbran las fiestas decembrinas, cuando, sin falta, el espectáculo es presentado en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, así como en múltiples estados y países como parte de tan memorables festejos.
Sin embargo, es muy probable que muchos de nosotros no tuviéramos conocimiento que esta bella puesta en escena, estuvo inspirada en un cuento para niños que escribió Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, el artista más versátil de los siglos XVIII y XIX.
De nacionalidad alemana, este memorable personaje nació en 1776, bajo el calor de una familia acomodada, donde para sus integrantes, estudiar la carrera de derecho, era una tradición; pero como toda mente brillante, inquieta y compulsivamente creadora, en el caso de Hoffman esto no era suficiente.
Este pequeño genio se proyectó como artista desde muy temprana edad, aspecto que se advierte en la adición que hizo a su nombre, "Amadeus", en honor al famoso compositor de música clásica Wolfgang Amadeus Mozart. Nuestro singular personaje se destacó por ser un artista polifacético; entre sus creaciones encontramos música, pintura, trabajos arquitectónicos y dibujos caricaturizados. Asimismo, debutó en grandes escenarios como cantante, director de orquesta, actor de teatro y por supuesto, escritor.
El Cascanueces y el rey de los ratones vio la luz bajo las fuertes influencias literarias del Cuento maravilloso y el Romanticismo alemán, en 1816. Aquel que envuelve a los niños en un mundo emotivo, fantástico y en cierta medida incierto. La historia se desarrolla en tiempos de Navidad, en el hogar Stahlbaum, durante la entrega de regalos.
Es entonces, que la pequeña María, una de los tres infantes de la pareja, queda encantada por un pequeño muñeco cascanueces escondido bajo el árbol. A partir de este momento, se embarcará en fantásticas aventuras donde este juguete cobrará vida y será su acompañante.
Te invitamos a leer un poquito de esta entrañable obra.
María se quedó parada delante de la mesa de los regalos, en el preciso momento en que ya se iba a retirar, por haber descubierto una cosa que hasta entonces no viera. A través de la multitud de húsares de Federico, que formaban en parada junto al árbol, se veía un hombrecillo, que modestamente se escondía como si esperase a que llegara el turno. Llevaba una chaquetilla de húsar de color violeta vivo con muchos cordones y botones, pantalones del mismo estilo y unas botas de montar preciosas.
Mientras María contemplaba al hombrecillo, que desde el primer momento le había sido simpático.—Papá —exclamó María al fin—, ¿a quién pertenece ese hombrecillo que está colgado del árbol? —Ese, hija mía —respondió el padre— ha de trabajar para todos partiendo nueces. El padre lo cogió y, levantándole la capa, abrió una gran boca, mostrando dos hileras de dientes blancos y afilados, María le metió en ella una nuez, y... ¡crac!..., el hombre mordió y las cáscaras cayeron, dejando entre las manos de María la nuez limpia...
Lo tomó en brazos, le hizo partir nueces, pero buscaba las más pequeñas para que el hombrecillo no tuviese que abrir demasiado la boca, que no le convenía nada. Luisa lo utilizó también. Federico, que ya estaba cansado de tanta maniobra y ejercicio y oyó el chasquido de las nueces, se llegó junto a sus hermanas y se rió mucho del grotesco hombrecillo, y una vez que le metió en la boca una nuez enorme, ¡crac!, ¡crac!..., tres dientes se le cayeron al pobre partidor, quedándole la mandíbula inferior suelta y temblona –¡Pobrecito Cascanueces! Exclamó María a gritos, quitándoselo a Federico de las manos.
Esta historia toca las fibras sensibles de la niñez, donde María es la pequeña que quiere ser escuchada, de alma perseverante que no guarda su sentir y lucha por lo que cree. María representa uno de los valores que desarrollamos en la infancia, pero que es necesario conservar y nunca dejar atrás, decir lo que sentimos.
Finalmente, es su corazón y la voluntad de expresar siempre lo que piensa, lo que conduce esta historia a su feliz y triunfante desenlace, en el que deja establecido que todos debemos ser escuchados y mantenernos congruentes con nuestro ser y sentir.
¿Has tenido un juguete que haya marcado tu infancia?
¿Por qué crees que es importante decir lo que sentimos?
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La Navidad cuando dejamos de ser niños

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